FRAUDES CIENTÍFICOS: “Trampas en la historia de la ciencia.”
Introducción
No sólo los espectáculos y el mundo
de los negocios parecen estar “manchados” por el fraude, el plagio y demás
yerbas. En el fascinante mundo de la ciencia -donde muchos científicos quieren
un lugar privilegiado en los libros-, también. La sed por fama y
reconocimiento, entonces, no sólo está ligada al mundo de la televisión, el
cine, la radio y los libros, sino también en lugares insospechados como el
universo científico, en donde lograr un asombroso descubrimiento, proporcionar
nuevos principios que ayuden a mejorar o explicar la naturaleza misma, o bien
el sólo hecho de llevar –quién sabe– el nombre de uno en alguna ley y pasar a
la historia con ella, parecen ser el boleto más fácil para alcanzar la
inmortalidad. ¿Fácil? No, sólo es fácil para aquellos que recurren a la trampa,
al engaño, al timo. Sólo es fácil para aquellos científicos que piensan que
jamás se descubrirá que ellos son parte del tema que en este informe se tratará
y ejemplificará: el fraude científico.
Desarrollo
El
fraude científico ha estado contaminando la ciencia desde sus principios, teniendo
registros hoy en día de decenas de casos. Pasando por casos de personajes muy
conocidos y relevantes como Gregor J. Mendel (20 de julio de 1822 – 6 de enero de 1884), el padre de la genética, quien en
1865 inventó los datos y registros que le permitieron demostrar la herencia
simultánea de varios caracteres y otros menos conocidos, pero no menos
importantes, como el caso de John Roland Darsee (nacido en 1948) quien se
inventó los datos y las conclusiones de muchos artículos y resúmenes de
conferencias sobre medicina, en especial en el ámbito de la cardiología, a lo
largo de toda su carrera. Este caso tiene gran importancia al poner en marcha por
primera vez la maquinaria legal estadounidense para sancionar este tipo de
conductas al margen de las medidas que adopte la comunidad científica.
Este
informe girará en torno a un controversial caso, más reciente. El mismo
relaciona la física con la biología, elegido por el autor de este informe
debido a que el Espacio Curricular al cual está dirigido es, justamente, Física
Biológica, en la que los contenidos propios de la Física se relacionan con la
Biología para poder explicar centenares de sucesos, hechos y teorías
biológicas, dejando en claro que la vida misma se rige con las leyes
universales planteadas desde el ámbito de la Física. Esta materia, por su
parte, forma parte del plan de Profesorado de Tercer Ciclo de la EGB y la
educación POLIMODAL en BIOLOGÍA.
Una
noticia periodística en el año 1999 publicada por el diario español El Mundo publicó:
“Un organismo estadounidense ha
determinado que las conclusiones de dos estudios publicados en 1992 sobre el
riesgo de cáncer asociado a los campos electromagnéticos son un fraude. Según
un informe oficial, el autor de los trabajos fabricó los datos. Un científico
falsificó dos estudios sobre los campos electromagnéticos.”
5/9/1999 – Diario “El
Mundo”.
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¿Quién fue el científico del que
habla la noticia publicada? Fue el profesor Robert P. Lidburdy, quien alteró
los datos de su estudio, los cuales fueron publicados, para que dieran la razón
a su idea de que los campos electromagnéticos representan un peligro grave para
la salud. Fueron dos estudios los publicados en 1992 sobre la relación entre los
campos electromagnéticos y la salud.
Las partículas con carga eléctrica
generan un campo eléctrico debido a su carga pero, además, si están en
movimiento, generan un campo magnético. A la acción conjunta de ambos campos se
la denomina campo electromagnético. La propagación del campo electromagnético
se realiza por medio de ondas electromagnéticas, como las ondas de radio, la
luz visible, las microondas, los rayos X, los rayos ultravioletas, la radiación
infrarroja, entre otras, que se propagan en todas direcciones. En el vacío,
estas ondas avanzan a casi 300.000 km/s, es decir ¡unos impresionantes 3.108
m/s! A diferencia de las ondas acústicas (vibraciones que se propagan por un
material, como el aire), las ondas electromagnéticas no necesitan de ningún
medio material para poder transmitirse; por el contrario, en el vacío alcanzan
su mayor rapidez.
Una aplicación cotidiana de los
campos electromagnéticos es la transmisión de señales, como las de radio o
televisión. La radio, para poder realizar la transmisión, necesita un equipo
que codifique, es una onda electromagnética, la información que se desea
transmitir; luego, es necesario una antena emisora que pueda emitir en una
determinada dirección con el objetivo de conseguir un alcance máximo. Entonces,
la señal viaja a través de la atmósfera, llega a la antena receptora y pasa por
un decodificador que restaura la señal original. Los teléfonos celulares, como
se puede llegar a pensar, también hacen un amplio uso de los campos
electromagnéticos para poder funcionar correctamente.
Ahora bien, dado que la mayoría de
los ciudadanos hoy en día parecen estar “atados” a sus teléfonos celulares, en
una especie de esclavitud tecnológica justificada por la necesidad de
comunicarse, es evidente que las ondas electromagnéticas de longitudes de onda
muy diferentes a las del espectro visible entra en juego en la vida de los
hombres a cada instante. De hecho, hay 4600 millones de contratos de telefonía
móvil en el mundo. Debido a la información proporcionada por medios de
comunicación debido a desastres como el de Chernóbil, en Ucrania, o más
recientemente en Fukushima, Japón, forma parte del saber popular que la
radiación puede ser nociva para la salud y que acarrea grandes consecuencias, a
veces mortales. Sabiendo esto, ¿el uso continuo de los teléfonos celulares será
perjudicial para la salud de una persona? Varios estudios tuvieron y tienen el
objetivo de responder esta pregunta. Hasta la fecha, no se ha confirmado que el
uso del celular tenga efectos perjudiciales para la salud. No obstante, en el
pasado, ocurrió el fraude del que se habló párrafos arriba: “Robert P. Lidburdy
maquilló los datos para que dos estudios que firmaba permitieran concluir que
los campos electromagnéticos y eléctricos representan un peligro grave para la
salud” (en "Fraudes", apuntes teóricos de la Prof. A. Bericúa).
En 1992, Lidburdy, un científico del
Laboratorio Lawrence Berkeley, Estados Unidos, manipuló las investigaciones
para obtener los resultados que él deseaba, con el fin de afirmar que los
campos electromagnéticos y eléctricos representan un peligro grave para la
salud. Según sostenía en esta investigación, la radiación producida por estos
campos altera la entrada de calcio en la superficie de las células, lo que
influye directamente en las más relevantes funciones celulares. Estos
resultados, según expresa la noticia periodística, le permitió al científico
estadounidense recibir “más de tres millones de dólares en concepto de fondos
de investigación, procedentes de varios organismos oficiales, para financiar
futuros estudios sobre los campos.
La manipulación de datos, y
consecuente interpretación de “falsificación” que llevó al Laboratorio Lawrence
Berkeley a la toma de decisiones administrativas contra él, se debe por sobre
todo a que los defensores de los peligros de los campos electromagnéticos
“estaban buscando desesperadamente un efecto físico, y el más cercano que se encontraron fue el indicador del calcio (Ca)”.
Posteriormente, más de 20 investigaciones sobre el tema fueron realizadas tras el fraude de Lidburdy y, sorprendentemente, no se han encontrado pruebas sobre si la exposición diaria a los campos electromagnéticos es perjudicial o no para la salud. De hecho, en Junio de 2011, un informe de la Organización Mundial de la Salud, disponible en el link que se suministra en Bibliografía y Mesografía, manifiesta sus propias conclusiones teniendo en cuenta posibles efectos a corto y largo plazo. A saber: “La principal consecuencia de la interacción entre la energía radioeléctrica [como las ondas de telefonía celular] y el cuerpo humano es el calentamiento de los tejidos. (…) El aumento de temperatura en el cerebro o en otros órganos del cuerpo es insignificante.
Posteriormente, más de 20 investigaciones sobre el tema fueron realizadas tras el fraude de Lidburdy y, sorprendentemente, no se han encontrado pruebas sobre si la exposición diaria a los campos electromagnéticos es perjudicial o no para la salud. De hecho, en Junio de 2011, un informe de la Organización Mundial de la Salud, disponible en el link que se suministra en Bibliografía y Mesografía, manifiesta sus propias conclusiones teniendo en cuenta posibles efectos a corto y largo plazo. A saber: “La principal consecuencia de la interacción entre la energía radioeléctrica [como las ondas de telefonía celular] y el cuerpo humano es el calentamiento de los tejidos. (…) El aumento de temperatura en el cerebro o en otros órganos del cuerpo es insignificante.
››En varios estudios se han investigado los efectos de los campos de radiofrecuencia en la actividad eléctrica cerebral, la función cognitiva, el sueño, el ritmo cardíaco y la presión arterial en voluntarios. Hasta la fecha, esos estudios parecen indicar que no hay pruebas fehacientes de que la exposición a campos de radiofrecuencia de nivel inferior a los que provocan el calentamiento de los tejidos tenga efectos perjudiciales para la salud. Los resultados de estudios realizados con animales coinciden en que la exposición a largo plazo a campos de radiofrecuencias no aumenta el riesgo de contraer cáncer.”
Conclusión
Los fraudes han existido y, casi con
total certeza, se puede afirmar que existirán, debido a que la ciencia misma no
está exenta de las debilidades y errores humanos. En particular, este informe
trató el fraude de Robert Lidburdy al manipular los datos de su estudio sobre
el efecto de la constante exposición a las ondas electromagnéticas como las
utilizadas en radiocomunicación, con el fin de obtener un beneficio económico
para futuras investigaciones. Hoy en día, las múltiples investigaciones no
corroboran sus ficticios datos, indicando que, por el momento, no se halla
relación entre la exposición a las ondas y problemas en la salud de los
ciudadanos, tal como afirman entidades reconocidas como la Organización Mundial
de la Salud.
Bibliografía:
De Wolf, ,
Esther Novik y otros; “Físicoquímica”; Cap.7: Fuerzas y Campos; Ed. Estrada; Buenos Aires, Argentina; Noviembre
2010.
http://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs193/es
H.R.Gómez
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